Defender la alegría tras días tristes

Llevo dos semanas sin escribir y casi ni me había dado cuenta. La verdad es que tuve mis días tristes, días de esos en los que un problemita se convierte en un problemón y una se mete en un bucle y lo ve todo negro. Son esos días en que por más que una intente ponerle gana las cosas salen torcidas y amargan un poco la existencia. Días en que disfrutar de la vida cuesta y lo vemos todo negativo y nos metemos en un laberinto sin salida. 

Gracias a las buenas ondas y consejos de amigos y familiares finalmente salí del laberinto oscuro y vuelvo a la carga en esto de disfrutar la vida todos los días, hoy y siempre.

Para retomar el blog, les cuento que me volví a escapar a la montaña hace una semana, entre medias de esos días tristes. Otra vez nos fuimos con un grupo de personas excelente que dieron su toque especial a una noche linda al ras del suelo y bajo un cielo estrellado; y a una caminata entretenida por las rocas y un divertido chapuzón al día siguiente en las pozas cerca de Cantocochinos, en la Pedriza. 


Y volviendo al tema mencionado al comienzo de este post: los días tristes, me gustaría echar por tierra esos días tristes (algunos fueron más de estrés laboral que tristeza) y pensar en positivo. Para eso, me pareció buena idea colgar acá la poesía leída en la Asamblea de mi barrio el sábado pasado, subida a la web de la Asamblea Popular Chamberí:

Defender la alegría

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas

defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.

Mario Benedetti

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