La felicidad en los pequeños placeres

Vuelvo al tema de la felicidad. Ésta vez por una frase que leí en "Las cartas secretas del Monje que vendió su Ferrari". Una frase que me recuerda a aquellas personas que viven para comprar y a aquellas que han aprendido a SER antes que a tener.

"Cuanto más adicto eres a tener, menos te dedicarás a llegar a ser" (Robin Sharma).

Estamos acostumbrados a comprar. Compramos ropa, muebles, electrodomésticos, libros, móviles, aparatos de música, etc. Algunos contra más pagan más felices se sienten. Otros quieren tener el último modelo de aquello que adoran. Pero, ¿cuánto dura esa felicidad por tener el mejor móvil o miles de objetos que a veces ni utilizamos? ¿Compramos por opulencia? ¿Por capricho? ¿Porque se puede y punto?

Hace tiempo descubrí que la verdadera felicidad no tenía nada que ver con la acumulación de objetos. Que los momentos más felices de mi vida habían sido gracias a las personas, a situaciones, a lugares, paisajes, sonrisas, palabras... poco o nada tenían que ver con algo material.

No estoy hablando de no comprar nada ni tampoco puedo negar que el dinero es muy útil para conseguir ciertas cosas que nos dan felicidad. Por ejemplo, sin dinero no habría podido pagar mi viaje a Kenia y compartir hermosos momentos con los niños del orfanato, con la familia de hospedaje o con los amigos locales que hice. Pero si hubiera gastado ese mismo dinero en ropa o en mejorar mi móvil no me hubiera sentido igual de feliz ni por asomo.

La gente pobre, como muchas personas que conocí en Malindi, tienen pocas oportunidades y no siempre pueden disfrutar de los placeres sencillos porque tienen que trabajar muy duro para no morir de hambre. Están demasiado ocupados y cansados porque tienen la preocupación de conseguir alimentarse, vestirse y procurarse un techo para ellos y su familia.

Algunas personas que conozco no son pobres pero tienen trabajos asfixiantes que les ponen en la misma situación que a los pobres preocupados por sobrevivir. Trabajan tantas horas para poder tener más y más dinero que no tienen tiempo de vivir. Cuando tienen tiempo compran cosas que a veces ni llegan a utilizar porque no tienen con quién compartirlas o porque no tienen tiempo para ello.

Para cerrar este post me gustaría copiar un párrafo del mismo libro que menciono al comienzo:

"La felicidad duradera nos la proporcionan las consecuencias de nuestros actos, no la cantidad de nuestros ingresos. La verdadera realización es un producto del valor que generamos y de nuestra contribución a mejorar el mundo, no del coche que conducimos ni de la casa que compramos."

¡Disfrutemos de los pequeños placeres de esta vida! ¡Seamos felices!

Mojando mis pies en el mar - Malindi Octubre 2012

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